Veo el cielo y es gris. Está cubierto de humo.
La ciudad está en llamas. Los soldados vinieron.
Tengo mi vestido favorito, es una lástima que esté casi
roto.
Mi furia se ha ido. No he comido hace mucho.
No puedo caminar.
Pronto no podré respirar.
Hace horas dejé de sentir hambre.
Sé que estoy muriendo.
Qué bendición. No estar más aquí.
Los disparos de los tanques ya no me retumban en el cráneo.
Se escuchan lejanos.
No sé si es una alucinación.
Un soldado enemigo aparece.
No importa lo que me haga, por suerte no estaré mucho
tiempo.
Está de pie a mi lado y pregunta algo en un idioma que no
entiendo.
Se inclina y me toca el cuello. Luego me carga en su hombro.
Ya no veo el cielo. Veo los escombros que antes eran lindas
calles.
Camina, camina. Hasta llegar a un edificio casi derruido.
Es un hospital.
Me deja en una cama.
Me dice algo en su idioma y luego palmea mi brazo,
asintiendo.
Y se va.
No creía en su misericordia.
Los enemigos no son tan malditos.
Me invade un sueño profundo y siento que floto.
Huelo a huevos fritos.
Incluso escucho el aceite mientras los fríen.
Es el mejor olor de la vida.
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